jueves, 11 de diciembre de 2008

Sobrevivir se ha convertido en tarea diaria


En tarea inoportuna. Es difícil hacer parte a los que te rodean en esta empresa del día a día, la cual está demasiado llena de agujeros inapelables. Ir esquivando los abetos brunos, las nubes bajas, la selva azul, el aire pegajozo. Ir rasurando las lágrimas, que Por Dios hombre no sirven... No trabajan.


Nunca es tarde para ir de visita al cielo, dijo alguien una vez. Ni temprano para ser cazador de consuelos, continuó.
Nunca es tarde para ir, finalizó.


{Siento que ya se hizo re tarde ps :/ }

Luis.

domingo, 2 de noviembre de 2008



Sometimes we need to talk ourselves up. To write what we need to say in some way that it makes people want to read it. But how can we call their attention? It's well known that shouting is not the answer. But neither is cutting arms and hands. And that's when we get into trouble.
There are some people who think that the best solution for their problems is bleeding. The biggest argument: "We need to feel a bigger pain than the one we feel inside, in our hearts". And believe me, we get them. We understand them. And no, we do not judge them, because nobody has the right to establish what's wrong or right when it comes to their feelings. But, let me tell you a few ideas about it.
Cutting theirselves won't make the pain fade away, but it will make it bigger. At that moment, when we are about to start cutting, tons of images are running over our minds, and we try to ignore them but they are too present, and we are not able to forget them and pretend that nothing has happened at all. And there's a knife, or a gillette that can bring us a little bit of peace. That sounds terribly contradictory, but for those who have experienced the situacion, it's true. But this way of making the pain vanish lasts just a few minutes. Our hearts are stronger than our arms. And yes, we write on them things we can't write on our hearts, just because we can't take it out and do it, because it's hidden under billions of cells that conform our skin. And then the blood comes out like tears. And here we are, bleeding ourselves up, writing stuff on our body, whatever, as long as we feel the sweet pain.

To write love on her arms saved us. It saves lots of people every day, who have not found the actual solution of their problems and feelings. But it's working in ourselves, as we spread the cause around, and more people are informed about it. And they get interested. Music helps a lot too. Songs always ask for ending, as it does our pain. We need to stop the bleeding, and we need to understand that Love is the Move, that Jesus Christ is the only one who holds us when there's one around. He saved us once, and he's willing to do it again. All he needs is you standing there, breathing, nothing else. He doesn't need your money, your culture, your language, your color skin, nothing. He needs your time and your eyes, to be fixed on His.
We all hope and pray the more and more people find their way, as we did, thanks to To write love on her arms and God, who put it on our way. So spread this around. There's nothing to loose and so much to get. We are alive. We are not broken anymore.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Amenece más tarde
cada día que pasa.
Como si el astro no se atreviese
a espantar la modorra,
de la noche citadina.
Porque es luz,
y la luz es amarga como siempre:
nos diluye los sueños
y desdibuja las expectativas.

Mañana que llegas fría,
borras las siluetas
de las putas de mis sueños.
Qué cruel avanzas,
retrocediéndonos.
Enemiga de las pestañas negras,
suenas como campanas fastidiosas,
anunciando no se qué himno glorioso,
compuesto de fugas altas
y melodías añejas.

El repicar de las paredes,
la tibieza del agua evaporada.
Nudos nuevos, amigos ajenos.

sábado, 26 de julio de 2008

Poemas mutuos


I

Recuerdo el aroma a viernes,
a escape;
olvido,
olvido caras y lagunas
mentales
donde baño mis pies,
mis pies cansados,
vivos.
Recuerdo
escaños,
peldaños,
esencia pura a irrealidad prolija.
Eres campiña.
Salgo en la tarde
del crepúsculo temprano.
Luz de día.
Miel reseca.


II

Reflejado el espejo refleja,
alma de suelo húmedo,
como el nudo inexpugnable,
frági barrera interior.
Salvaje
recorre el agua gris.
El paso,
el estribillo de memoria.

Acaso va.
No llega, pero arriva,
al puerto,
puerto calmo.
Siente calma, ansias
de roca.
Vuelve.
Vuelves y aguardas.


III

Huellas,
no creas pulcras,
hundidas,
rojas.
Fuego.
El grito perturba
al búho de la noche.
La estrella
no refleja
cuando el Sol
reaparece.
Raíz,
profunda estampa.
Ingenua manera de crepuscular.
Arriba
mar y arroyo.
Poca profundidad.
Barro enhuellado,
es limpio y rojo.





Luis Bravo

jueves, 24 de enero de 2008

La mesa inexperta


Después de el café, nunca sé que decir. El periódico yace aún doblado sobre la mesa del desayuno, impregnado con aquel aroma intenso de papal impreso, con todo el acontecer nacional e internacional. Un pretexto banal para dejar a un lado mi acontecer día a día. Mi esposa no me habla hace semanas, y todos los momentos juntos con los niños presentes se vuelven un martirio. Pareciese que a ella no le importase que la pequeña Marisol se de cuenta de que sus padres están enfadados; por lo menos yo trato de disimular mi enojo, en cambio ella no trata de esconder sus miradas gélidas y comentarios irónicos. Rafael ya es más grande y se da cuenta de todo. Aunque he hablado con él, sé que aún no entiende porqué sus padres tienen que ser tan testarudos al momento de ponerse de acuerdo en algo. Y es que por más que intenté explicarle, no logra entender. ¿Qué más puedo pedir a un adolescente de tan solo trece años que su vida, afortunadamente, aún es videojuegos y amigos? Siento que lo estamos haciendo madurar antes de tiempo, tal como mi madre lo hizo conmigo. Las tostadas están listas sobre la mesa pero no tengo hambre. Nunca tengo hambre últimamente, como si mi estómago estuviese muy sensible a la comida. Marcela no hace gesto alguno, tan solo se limita a preguntarle a Marisol si tiene su mochila preparada para el jardín. Ella responde asintiendo la cabeza. Rafael me mira y noto en su mirada que entiende la situación: luego de acabar con su cereal, toma a su hermana del brazo y la lleva al baño a terminar de peinarse. Luego el bus escolar los pasaría a recoger, dentro de diez minutos. Es ahí cuando el vacío toma nombre y apellido: Marcela Subercaseux, mi mujer. Desde que tuvimos aquella última pelea el infierno ha tomado parte en nuestro hogar. Todo lo antes formado comenzó a derrumarse inexorablemente. Cuando Rafael vuelve con su hermana para despedirse, me puedo dar cuenta del silencioso grito que me dicen sus ojos: Por favor, salven esta familia.
No puedo contener la emoción de ver mis los dos tesoros que tengo en la vida sufriendo por culpa de las malas decisiones que sus estúpidos padres cometen. Marisol tiene puestos sus grandes ojos negros sobre mí, tratando de decifrar el porqué de mi rostro sombrío. Mi mujer dice algo que no puedo comprender del todo y ambos niños abandonan el hogar. Se oye que el bus se aleja lentamente en la calle. Obersvo por un momento la mesa inexperta de mi vida: lo cotidiano que se convierte en especulaciones de lo que pudo haber sido un matrimonio feliz, lleno de lo que sospecho dejó de existir, amor. Y es que el pegamento que me ata a mi mujer ya no es ese sentimiento ineludible que nos atara en el pasado. Ahora son los hijos, la casa, el auto, las cuentas, millones de excusas que se apilan una sobre otra en la mesa inexperta, rodeadas de tostadas con mantequilla que nadie va a comer por el apetito se escondió en los confines de la desilución.