Anema

Anema
[El interminable]


Y no estás solo,
pues tienes tu reflejo como fiel compañero.
Y así quedarás, entre los muros,
del silencioso amanecer que no llegó.

Caminarás por las calles vacías,
y verás la luna manoseada,
como la más grande de las prostitutas,
mas no la desearás...
Te dará lástima,
pues su labial y su rubor se han borrado,
y está de nuevo pálida,
y nadie quiere con ella.

Pero seguirás,
andando acompañado con la suciedad,
y no querrás volver atrás.
Pues sabes que las veredas tienen un fin,
las calles tienen su fin,
la ciudad tiene su límite.
Tan sólo tú eres el interminable.

La sangre no te saciará mas...

Y lucharás, sí, lucharás, pero en vano,
contra tus brazos que no se mueven,
y te verás, desde arriba,
cómo caminas solitario.
No temerás, pues sabrás que eres afortunado
de hacer el viaje astral de tu conciencia.
Aquello no tendrá fin,
al igual que tú,
por tú eres el interminable.

No tendrás término,
y tus pasos no pararán de pisar nuevas avenidas,
pues quedarás igual como queda el sol al morir,
aguardando para nuevamente brillar,
con el cruel detalle
que tú no brillas,
porque sólo eres el interminable,
y opacas todo a tu paso.

La sangre ya no te saciará más...

Y no morirás jamás, seguirás errando,
por entre pasajes y sitios abandonados,
escondiéndote a ciegas entre las paredes,
para observar el alba y la mañana
que para ti no llegaron...

No llegará el día nunca más.
Seguirás tu rumbo sólo en la noche enlutada.
Y ser el interminable te hará caer en la desesperación,
pues eres la única persona en el mundo
que sabe a ciencia cierta
su destino:

Corroer, arder y corroer,
para siempre
tu piel ya casi inexistente.


La sangre... te sació

Draco, poema n° 2: Anema [el interminable]

Dibujo n° 5: Soliloquios.