domingo, 25 de abril de 2010

*/

 El perfume y el incienso alegran el corazón;
      la dulzura de la amistad fortalece el ánimo

Proverbios.

viernes, 23 de abril de 2010

Duh


                                             jajajajaj

lunes, 12 de abril de 2010

Abrazos bajo Orión

Era el cielo y no la tierra,
no el polvo, sino la brisa,
todo lo que nos rodeaba
sedándonos en la interperie.

Era tu fuerza y no la ausencia,
no la lágrima, sino la risa,
lo que nos mantuvo de pie en lo alto,
sobrevolando la incertidumbre.

Y de pronto fue tu rostro,
no el aire, sino tu aliento,
lo que contrajo mi furia,
el desorden dentro, y la lluvia.

Fue ese beso inesperado,
esa humedad que empapó mi corteza,
lo que perfeccionó el cielo nocturno:
fue la flecha que le faltaba a Orión.

Estuvimos en silencio mientras el hombre apuntaba,
con su arco de estrellas su presa escogida..
Contemplamos su belleza,
su ternura,
y comprendimos los porqués. Reímos.

No fue la tierra, no, sino el cielo,
nuestro piso en aquel momento.
Cuanto fue el tiempo
nunca supimos con certeza.
Mas sí sé el tiempo que he esperado
para por fin dejar de esperar.

Y dejar de esperar bajo Orión,
con tus brazos sujetando mi alegría,
fue el momento
en que supe todo lo que siempre he querido saber.

Fuiste la tierra, no el cielo, no,
porque cuando correspondí aquel beso,
ni el cielo pudo sostener el espacio
que se abrió entre mi timidez y tus ojos.

Espacio húmedo.
No la tierra.
No.



Luis Bravo Veloso.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Another lonely trip to reality (Canción)

Hace poco terminé de escribir una canción que había comenzado sentado en un bus de Valpo a Santiago.
Espero grabarla con guitarra y luego subirla :D Aquí va la letra al menos:


Another lonely trip to reality

Here I am, alone and thinking
of your face, and I'm believing
that every step that I'm taking
is another risk in which I'm living...

but you light up this whole town...

With your smile, your eyes wide open
Cannot believe how lucky I got
when I'm embraced by your arms
and you hold me tight, I could fly so high...

But now I've left you behind.
I'm heading back to my hometown...

Coro:
It's another lonely night trip
to reality.
The wheels don't stop, we're crushing on
but I'm still stuck on you
on your eyes that I see
when I close mine.
When I close mine...

As I'm sitting here, I guess you're walking
up that hill, up to your place,
I really wish you're thinking of me
and missing me as much as I miss your hands,
holding my hands,
taking my heart,
believing that nothing could ever break us apart...

But now I've left you behind.
I'm heading back to my hometown...

Coro:
It's another lonely night trip
to reality.
The wheels don't stop, we're crushing on
but I'm still stuck on you
on your eyes that I see
when I close mine.
When I close mine...

But hey!
please don't fade away.
Just wait,
Just wait for me.
I'll come back,  some other time
and we will light up this whole town

Together <3

Coro:
It's another lonely night trip
to reality.
The wheels don't stop, we're crushing on
but I'm still stuck on you
on your eyes that I see
when I close mine.
When I close mine... (x2)

But now I've left you behind
I'm heading back to my hometown...


Luis Bravo
:D

jueves, 11 de marzo de 2010

Amor mío, mi amor... (Jaime Sabines)

Amor mío, mi amor, amor hallado
de pronto en la ostra de la muerte.
Quiero comer contigo, estar, amar contigo,
quiero tocarte, verte.

Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo
los hilos de mi sangre acostumbrada,
lo dice este dolor y mis zapatos
y mi boca y mi almohada.

Te quiero, amor, amor absurdamente,
tontamente, perdido, iluminado,
soñando rosas e inventando estrellas
y diciéndote adiós yendo a tu lado.

Te quiero desde el poste de la esquina,
desde la alfombra de ese cuarto a solas,
en las sábanas tibias de tu cuerpo
donde se duerme un agua de amapolas.

Cabellera del aire desvelado,
río de noche, platanar oscuro,
colmena ciega, amor desenterrado,

voy a seguir tus pasos hacia arriba,
de tus pies a tu muslo y tu costado.

Jaime Sabines. 

miércoles, 10 de marzo de 2010

"Poema para el día lejano"

"Poema para el día lejano"


Cada partícula de césped
reclama tu nombre,
y cada letra de tu nombre
huele a nube.

La comunión del aire con mis pulmones
no es distinta a la de tu aroma
con mis manos:
eres todo lo que siempre
quise proteger.

Definir tu contorno
es entonar un salmo de miel
en jarras de plata.
Lo dulce me embriaga,
y luego sólo puedo ver tu frente.

Estás aquí,
aunque la distancia nos corrija.
Estás aquí,
porque sigo viviendo,
y esa es la mayor prueba.

Sin ti yo no sería.
Sólo lluvia y tus ojos.



Draco.

martes, 2 de marzo de 2010

Las horas de la incertidumbre.

La madrugada del sábado desvió el curso del río. Del río llamado Chile, cuya cuenca hidrográfica se encuentra habitada por aquellos extraños seres de piel y esperanza llamados chilenos. En unos pocos minutos, las cosas cambiaron inexorablemente, y una cicatriz más comenzaba a perfilarse en nuestra corteza humana. El terremoto llegó como llegan las golondrinas, inesperado y brutal. La vida sostuvo su aliento y el pulmón celestial contuvo la respiración: todo el mundo entraba en pánico y la Historia de Chile estaba a punto de marcar otro hito en su línea del tiempo amargo.

Lo transcurrí con personas conocidas (admito que conocía más a algunas que otras), pero por sobre todo lo pasé acompañado. En ningún momento tuve miedo, porque estaba con alguien que me brinda un pilar indeleble en el cual estar suspendido en lo alto sin miedo a caerme. Recuerdo que le abrazé y cerré los ojos. Pensaba para mis adentros que era un simple temblor más, uno de aquellos que solían espantarme la modorra de las noches al escuchar a mi padre gritar: ¡Ya pasó! ¡Ya pasó! Pero luego noté que algo era distinto; el movimiento no se detenía y la gente, que otrora bailaba música pecaminosa, empezaba a correr escaleras abajo. Intenté bajar también, con la mente algo nublada, pero sus brazos me detuvieron justo a tiempo para hacerme entender que la mejor alternativa era esperar que todo pasara y que teníamos que actuar con calma. Esperé. Esperamos juntos. Luego que todo pasó, me dijo que debía llamar a mi casa. Debo confesar que fue la mejor idea de la noche, pues cuando lo hice aún no colapsaban los satélites mentirosos. Hablé con mi madre y les dejé saber que yo estaba bien. Una preocupación menos.

Sinceramente jamás imaginé el daño que había traído este "temblor fuerte". Sólo cuando bajé a las calles de la metrópolis pude ver el caos sembrado en ellas: vidrios rotos, murallas derribadas, sueños resquebrajados. Al enterarnos de que el epicentro había sido en Concepción, se preocupó mucho. Y me preocupé también, pues sabía que sus familiares y amigos estaban allá. Deseé viajar por el tiempo y el espacio y llegar hasta donde sus seres queridos y ver si estaban bien, para poder tranquilizar su ánimo, que de pronto se había desmoronado desde las alturas. Caminamos por la oscuridad, tomados de la mano, hasta llegar a un nido seguro. Desde allí pasamos las horas de la incertidumbre. El terremoto de Chile nos había curtido la piel con un nuevo color demacrado.

En la mañana regresé a casa, algo apenado por dejar a un lado a ese ser perfecto que me traía sonrisas matitunas. El viaje fue largo y con música de fondo pude ir apreciando el desastre que había dejado el terremoto. Fue tan extraño recorrer las calles que siempre recorría y ver cómo ya nada era igual. Si Heráclito decía que el cambio era lo único que existía en el Universo, en aquellos momentos no pudo tener más razón. El aire estaba denso debido al polvo y los rostros de los ciudadanos eran oscuros y nublados. Intenté en vano reconocer mi barrio y luego mi casa; si bien no habían cambiado, había algo en el ambiente que me indicaba lo sempiterno de lo sucedido.

La casa estaba mal por dentro pero bien por fuera. Todo caído, pero daba lo mismo, pues un día bastó para dejar todo como antes. Me sorprendió lo peligroso que hubiese sido haber estado acostado en esa cama infernal, pues se encontraba llena de muebles, libros, y objetos que preferentemente hubieran caído sobre mi frágil humanidad. Vi que todo estaba bien, saludé a mis papás y volví a salir, con la esperanza confiada que le volvería a ver.

Y así fue.

Fueron días muy extraños, que no quiero olvidar pero que de alguna manera quisiera superar, porque estuvieron cargados de tristeza, de pena, de incertidumbre y de anguistia por mi país. Sin embargo fueron días en los que pude compartir con la persona que viene ocupando mi mente por los últimos meses y que envuelve mi existencia en una especie de luz auréola, como el polvo del norte, que te transporta a mundos paralelos donde las personas tienen el alma afuera y con forma de animal :D

El terremoto de Chile fue eso, el terremoto de Chile. Ahora a ayudar y rezar por todos aquellos hermanos que viven en la desesperanza y angustia de no saber si llegarán sanos a casa por las noches.

Yo mientras aquí estoy sentado contemplando lo que es el Santiago del 02 de marzo de 2010, a tres días del terremoto, y a dos segundos de una lágrima honesta.

Draco.

lunes, 1 de marzo de 2010

Para ti.

El aparecido

Como un ángel de fiera pupila
volveré hasta tu alcoba tranquila,
y sabré deslizarme sin ruido
y llegar a tu cuerpo dormido.

En la sombra he de darte, oh amado,
besos fríos igual que la luna.
Y caricias de sierpe ondulante
que una fosa rondará reptante.

Cuando al alba despiertes de frío
encontrando mi sitio vacío
no podrás recobrar el calor.

Si algún día de ti mi ternuna
en tu vida de alegre hermosura
era sólo el preámbulo de mi amor.

Charles Baudelaire.

(I miss you).

martes, 23 de febrero de 2010

La muerte de los amantes.

Tendremos un lecho de suaves olores,
divanes profundos como sepulturas,
y en tallos y búcaros nos darán las flores
aromas extraños bajo albas más puras.

Nuestros corazones, amando a porfía,
darán de su antorcha la llama postrera:
dos llamas gemelas son tu alma y la mía,
espejos que miran la eterna ribera.

Relámpago únicoccc, centella preciosa,
una tarde mística, de azul y de rosa,
el adiós seremos, el llanto, el sollozo.

Y después un ángel, abriendo las puertas,
los espejos turbios y las aguas muertas,
resucitará temblando de gozo.


Charles Baudelaire.
(Mi poema favorito de amor)

viernes, 19 de febrero de 2010

Prisa.

Va el ave con prisa,
porque el tiempo no existe.
No existen las horas ni los segundos.
Sólo existe la prisa.

Atraviesa los ríos negros,
y se sumerge en una nube inocua.
Rinde honores a la cordillera,
y luego regresa con los arrecifes.

Nada lo detiene, es voraz,
al alimentar su sed de viento y brisa.
Gira digno sobre cabezas fatuas,
y su espiral auréolo es finito como el campo.

Se eleva cada instante más alto,
zumbando sus alas y cuerpo.
La prisa alimenta su argumento,
y llega al cielo de febrero.

Me encuentra a mí tendido en las alturas,
con la cabeza llena de lluvia,
y no se detiene a hablarme,
no;
circunda mis piernas con su prisa audaz.

Sin embargo escucho su voz de ave,
que me inunda la conciencia atormentada,
y reconozco pocas palabras,
y las atesoro en mi incetidumbre.

Se ha alejado el ave con prisa,
y me ha dejado austero y silencioso.
Las palabras fueron cinco:
Hogar, Crecer, Carretera, Judas, Amor.

Era la respuesta que siempre
había estado esperando para mi vida.
Y ahora río, a carcajadas, mi dicha.

Va el ave con prisa,
porque el tiempo no existe.




Draco.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Mi cabeza está llena de lluvia.

El verano es alto y elegante,
y reina sobre mi cabeza humilde.
Sin embargo su luz no es poderosa,
porque no seca la lluvia en mí.

Cierro los ojos y me empapo,
con la llovizna interna de mi cuerpo,
que moja la codicia y el deseo;
el olor a tierra húmeda brota ahora.

Este temporal ha durado años,
y se viene gestando desde la primavera,
cuando yo sólo gemía como respuesta
a lo desconocido e inhumano.

No hay nubes dentro de mí,
tan sólo lluvia.
Nubla mi clarividencia,
y me ciega, me enaltece y me ciega.

Pero aún así,
y cuando todo es gris y entumido,
puedo recortar la silueta
que hace espantar las gotas.

Persona parada bajo la lluvia.
Ayúdame.

Persona que se aleja de mí en la lluvia,
tráeme el verano tierno.


Draco.

martes, 16 de febrero de 2010

The unexpected call, 

      the cruel joke,
     the endless laugh, 
                                       our shaking hands.

    [...as if I needed all of this to realize how high the sky could be]



 

Mi única excepción.
Eres mi única excepción
 

This is for the boy who doesn't want be loved.


Do not tell me it hurts
to be afraid of uncertainty.
Because I have been through
the same feelings before.

But then tell me to shut up,
because you won't like what
I need to say.
These words. Like bullets.

How can I be so unfair with my heart?
It's always been there,
making my blood move like air.
I can't just silence it.

And yet you tell me
that you do not want to be loved.
But I do not think you're loveless.
You are just scared.

Scared of happiness,
which is passing by your balcony,
there, where the sea and the sky
are like brothers and sisters.

I'll take this easy,
do not worry about me.
I'll find my way back,
I'll find my way back.

BUT I NEED TO GIVE YOU LOVE,
because you deserve it.
More than anybody,
you do, I do, we do.

Give one chance.
And this hole in my chest
will be gone forever.

Because if you give up
WHAT AM I SUPOSSED TO DO?



Draco.

lunes, 15 de febrero de 2010

Tus anhelos.

Tus anhelos.

Las manchas ya casi borran,
Nuestros delicados y temerosos sueños.
Ya no queda piel quejumbrosa,
Tan solo el alma en desvelo.

La carne roza el aire,
El aire aviva el fuego.
La pasión nos junta y luego
Nos arroja al mar de ensueños.

Los anhelos vuelan sueltos,
sobre besos ya sin dueño.
Los temores corren lejos,
Bajo espectros de los sueños.

Tus colores no se han ido,
Siguen quietos como hielo,
La luna los congela
Para siempre bajo un velo.

Bajo el velo de los anhelos,
Los anhelos de los sueños.


Draco.

jueves, 4 de febrero de 2010

Tu silencio es hermoso



Si un árbol cediera su altanería
y nos permitiera escuchar su lenguaje,
éste sería como tu silencio.

Si en el desierto la brisa matutina
gimiera de placer al levantar la arena,
sonaría como suena tu silencio.

Si mi jardín abriera los labios negros
para beber el rocío congelado,
su murmullo se parecería a tu silencio.

Si una tumba al cerrarse abruptamente,
resquebraja la mortaja que cubre al difunto,
el sonido sería idéntico a como es tu silencio.

Si tuviéramos oídos más atentos,
y escucháramos la fuga que produce nuestra sangre,
por las venas, ésta sería igual que tu silencio.

Si el día,
si la noche,
si la envidia
y el desenfreno,
entonaran himnos fatuos,
ya sabrías que que la melodía
sería como tu silencio...

Amor,
si tú me hablaras por al menos un segundo,
y contra mi oreja juntaras tus labios estrenados,
y me susurras dos indómitas palabras.
éstas serían tan hermosas como tu silencio.

Pero no me hablas,
y mantienes la mudez que produce la contemplación,
de esta luz salada,
de mi resplandor que no muere.

Y callas, indiferente,
sonriendo y girando sobre el aire y mucho más allá,
apaciguando la tormenta de este cielo
que es hermoso,
hermoso como tu silencio.


Como el silencio tuyo.




Luis Bravo.

martes, 2 de febrero de 2010

Año


Año


Todo comenzó el primero de enero, a las cero horas y un segundo.
Aníbal sintió dos escalofríos recorrer su espina dorsal y eso le brindó tranquilidad: para cuando el próximo segundo del año llegó, pudo abrir los ojos y contemplar los cuerpos que lo rodeaban. Eran pueriles. Mansos. Estaba la Negra, que al ritmo de la música, hacía culebrear su vientre de arriba abajo. A su lado, Daniel se dejaba hipnotizar por sus pechos, visibles tras la translúcida blusa. Intentaba seguir el beat de los sonidos, pero estaba más concentrado en la Negra. Ella sudaba, a pesar del frío, y él se calentaba.
Aníbal de pronto escuchó a Cata.
– ¡Paren la música, cabrones! ¡Párenla! ¡Se nos pasó el año nuevo y no nos dimos los abrazos!
Aníbal sonrió ante la inocencia de Cata, pero no dijo nada, pues entendía lo cursi que era para los ritos sociales importantes, y si quería detener la fiesta para abrazarse unos con otros, la dejaría. Esta vez no pondría resistencia.
– ¡No nos dimos ni cuenta! – rió la Negra.
La música se detuvo sin más y todos dejaron de bailar y empezaron a repartir abrazos a los que estaban más cerca. Aníbal, tirado sobre un sillón que jamás olvidaría, comenzó a reír a carcajadas de lo ridículo que resultaba la escena. Todos tan necios, tan comunes. Vibró al máximo con su risa y se sintió feliz por unos pocos segundos. Ahí estaba él y nada andaba mal, ni siquiera el hecho de que tendría que mamarse abrazos inventados con saludos fingidos. Nada más pintoresco. El estómago le dolía de tanto reírse y el licor de su vaso le salpicó encima.
– Mierda… – dijo.
Lo dejó a un lado y contempló la desgracia: ahora andaría pasado a ron con Coca Cola toda la noche, que recién comenzaba. Intentó incorporarse pero Cata de repente se le tiró encima, aplastándolo contra el plástico que cubría los cojines. Sintió su figura de adolescente tierna encajar sobre sí, y cruzó sus brazos alrededor de su cintura escueta. El olor a vainilla le hizo sentir renovado y corrió el rostro para poder inhalar oxígeno.
– ¡Feliz año, Cárcamo! – gritó ella muy cerca de su oreja. Aníbal respondió con sonidos alternados e intentó correrse a un lado. Cata, ya algo borracha, se incorporó a tropiezos y continuó buscando amigos.

viernes, 29 de enero de 2010

Ciervos


Ciervos


Bebe el agua del arroyo,
bebe su maleza
y levanta la vista.
Búscame entre los troncos finitos,
entre la hierba,
y entre los altares.

Enséñame a galopar sereno,
en un ritmo de antaño,
que nos da impluso,
a ir cortando la brisa amarilla.
Enséñame a ser pulcro,
y arrancar del peligro cuando éste se asoma.

Recorre conmigo el sendero,
toma mi cuerpo y hazlo nieve.
Indica con tu pelaje
el lugar exacto donde me quieres.
Y mantendré mi posición, escueto,
y aguardaré a que regreses.

Conoces el bosque
como yo conozco tu salvaje aroma.
Vuelas entre el muzgo
y te confundes con la espesura.
Y me deseas,
mi infantil silencio de barro y felpa.

Monta mi alma que nada cerca,
y hazla indómita de nuevo,
como la nube negra, negra.

Indómita de nuevo,
ciervo manso.






Luis Bravo.

jueves, 28 de enero de 2010

Viajero


Partir sin ti es
como abandonarse a la intemperie.
Es continuar la muzgo ruta
sin el impulso del mar.

El viaje sin ti
no es viaje ni camino.
Mas es orbe absoluta y soledad
indiferente.

Veo los árboles volar por mi ventana.

Pero viajar por ti
no sin ti, sino por ti,
es aventurar el corazón
por una senda mansa,
floral,
como en la pradera de la vida,
y ensuciarme con tu barro
será limpieza eterna.
Será perfume a estampa.

Será tus besos imaginarios.



Luis Bravo.

lunes, 11 de enero de 2010

Dos caminos al puente (parte I)


Dos caminos hacia el puente


Con la manga del chaleco me limpié las lágrimas y con un pañuelo desechable, la sangre. Para no dejar huellas. Sentía en el pecho la pequeña dosis necesaria de alivio para continuar respirando sin pensar que tal vez no debería estar haciéndolo. Miré hacia mi derecha, para asegurarme de que la bicicleta aún estuviera donde la había dejado, y vi dos siluetas caminando abrazadas en la oscuridad del parque. Se alejaban de mí, razón por la cual no me importó recostarme en el pasto e intentar dormir: estaba sola y si alguien venía por la bicicleta, allá ellos.
No había dolido tanto aquella vez. Quizás debí haber intentando con más fuerzas. Sin embargo, había salido la cantidad suficiente del líquido puto para calmar mis nervios y mi euforia. Al verlo emerger de mi interior, odié lo similar que era al vino que emborrachaba a mi padre viernes y sábados y, para evitar el disgusto, cerré los ojos y me dispuse a asimilar el dolor. Cómo escocía. Procuré extenderlo lo más que podía, sin romperlo, dejando que lo podrido que tenía por dentro se expresara a través de los cortes en mi antebrazo. Sin embargo, de a poco se fue desvaneciendo, como un amanecer vanidoso.
En mi mente se encuadraban imágenes recientes, nítidas y vertiginosas, mostrando rostros conocidos y sonrisas eternas. El cumpleaños de mamá. Dos días atrás, la familia se había reunido en casa para celebrarlo de la misma manera que veníamos haciéndolo por los últimos once años. Muchos parientes, a los que usualmente les confundía el nombre, me saludaban con un afecto artificial, arrendado para la ocasión, aparentando curiosidad en mis estudios de Letras y en mi vida sentimental. Yo ya tenía ciertas respuestas memorizadas que me ayudaban a sobrellevar infaliblemente situaciones como esas. Por supuesto, no faltó el la tía lesbiana que me abrazó más de la cuenta, hundiendo sus flácidos senos en los míos, ni el primo bromista. Creo que se llamaba Jaime el que hizo el primer chiste de la velada.
– Y tú, primita, ¿qué estás estudiando? – había preguntado una vez que un numeroso grupo de familiares había puesto su atención en mí por un momento.
– Letras – contesté, contrariada.
– ¿En serio? – se sorprendió –. ¿Y en qué letra van?
La carcajada colectiva me pareció similar a una colmena de abejas furiosas. Intenté borrar de mi rostro la amargura producida por el chiste y aparentar que la hilaridad de mi primo también me complacía. No podía caer en la sinrazón de enojarme por su broma (no era la primera vez que la escuchaba), pues eso habría denotado un evidente mal gusto y poca clase. Dejé escapar ciertos ruidos de mi garganta, esperando que sonaran a risa fresca y sincera, y luego me alejé sonriendo. Fui hasta la cama de mamá, donde yacía postrada hacía más de once años. Posó su mirada en mí, fulminándome con proyectiles de una complicidad alimentada por el tiempo. Ella estaba consciente de que no estaba disfrutando la fiesta y casi se sentía culpable por ello, ya que era la causa eficiente de la presencia de tanta gente. Parecía que su condición de enferma crónica daba razones irrefutables para celebrar los cumpleaños vehementemente. Nadie, sin embargo, se atrevía a aceptar el real motivo de tanta parafernalia: aquél quizás era el último cumpleaños de la tía Fernanda. Había que celebrarlo como correspondía.
Iba a ese parque a hacerme cortes en los brazos. En casa no habría sido adecuado, ya que papá ocupaba gran parte de su tiempo en enterarse qué estaba haciendo; menos en la universidad, lugar donde mis amigos iban a aparentar lo perfecta que eran sus vidas y a fingir que entendía al menos una décima parte de los autores clásicos y de los contemporáneos. En clases, levantaban manos y expresaban sus puntos de vista, no convenciendo ni a los profesores ni a sí mismos de las barbaridades que llegaban a decir. No obstante, todo el resto fingía de la misma manera entenderse unos con otros, asintiendo sus cabezas con parsimonia, y al final de la jornada, profesores y alumnos se retiraban felices al creer que enriquecieron su conocimiento personal de cierta obra o movimiento vanguardista. Sin embargo, siempre estaban los dos mentirosos aún más descarados que salían de la sala charlando con el profesor acerca del profundo alcance de sus reflexiones literarias y de sus inquietudes acerca intertextualidades no advertidas y flash backs asombrosos.
Era por eso que aquel lugar resultaba perfecto, sin nadie que me molestara ni a quien rendirle cuentas por mis acciones. Estaba a un costado de la calle Andrés Bello y se llamaba Parque Costanera. Iba en mi bicicleta cada vez que sentía que that was it; que ya no resistía más. Me sentaba en el pasto con las rodillas flexionadas, contemplando el río Mapocho, que bajaba de la cordillera. Si tenía suerte, a veces llegaba hasta mí el olor fétido de la mierda que llevaba el río consigo: eso me hacía sentir que no sólo en mi mundo interior existían cosas tan podridas.
Cuando ya acumulaba suficiente tristeza tanto en mi corazón como en mis ojos, sacaba de mi mochila el estuche de mis anteojos de lectura donde guardaba los repuestos usados de las navajas de papá. Solía contemplarlas unos instantes, agradeciéndoles la existencia. Me inundaban cientos de emociones que recorrían con juerga todo lugar dentro de mi cabeza y, en el intento de descifrarlas y eliminarlas, la sangre ya se encontraba escapando de mis brazos. Sinceramente, no me daba cuenta cuando me hacía los cortes. Era lo de menos. Tan sólo sentir los hilos de sangre surcar mis brazos hechos añicos era motivo suficiente para exponerme a los peligros de la ciudad anochecida.
En aquella oportunidad, no logré apaciguarme lo bastante para quedarme dormida. A los minutos de dejar mi cabeza apoyada en la mezcla de pasto y barro donde estaba recostada, un grupo de adolescentes comenzó a charlar con alaridos muy cerca de mí. Entre la modorra, la confusión y el dolor, pude vagamente reconocer ciertas palabras y frases inconclusas que emergían de sus bocas, y más de alguna risa chillona de una pendeja extasiada.
– ¡Pero, Teresa, no…!
– Ay, Hugo, que le das color…
– ¿…y con la amiga? Oh, qué maricón.
Deseaba que se quedaran en silencio por algún instante, pues sus voces sólo venían a complejizar mi propio caos interno. A través de mis ojos entreabiertos podía visualizar las luces mortecinas de los faroles, las estelas que iban dejando los autos por Andrés Bello y las sombras que el ramaje del árbol sobre mí proyectaba. Justo después de un bramido particularmente sonoro y afeminado de algún muchacho, logré abrir los ojos completamente y vi a los chicos que producían tanto jolgorio. Con imprecisión pude deducir que eran seis, tres hombres y tres mujeres. Iban vestidos peculiarmente, con ropa que jamás en mi vida había visto. Como si fuera el mundo al revés, los hombres llevaban el pelo largo y ocultándoles el rostro, y las mujeres eran casi calvas: las tres iban rapadas o con algún mechón excepcional caído sobre sus frentes. Deduje que eran parte de alguna de esas hordas urbanas propias de los sectores periféricos de la ciudad, aquellas que eran el resultado de los quiebres familiares, las homosexualidades no asumidas y las rebeldías disfrazadas de estilos de vida. Estaban sentados, formando un pequeño círculo deforme, en cuyo centro se encontraban sus mochilas y bolsos amontonados. De un teléfono móvil emanaba una melodía que no pude descifrar entonces, y descubrí que el bullicio se debía a que se estaban sacando fotografías unos a otros.
Realizando un esfuerzo sobrehumano, levanté mi cabeza y enfoqué la vista en los adolescentes. De inmediato, me produjo escalofríos el acre sabor a barro que sentí en mi boca, pues no me había dado cuenta que había estado recostada con la boca abierta sobre el pasto. Me produjo fuertes puntadas en la cabeza el cambio tan brusco de posición, pero la mantuve en alto, pues quería ver mejor a los muchachos. Por un instante fugaz, olvidé todo dolor y confusión, y me concentré en ellos. Qué diferentes se veían. Intenté en vano encontrar alguna semejanza con el tipo de gente con el que yo solía relacionarme, y me costó trabajo comprender cómo gente de casi la misma edad y viviendo en una misma ciudad pudiese parecer de distintas etnias. Por más que intentaba, no lograba conectarlos, ni en la forma de hablar, moverse, vestirse y reírse.
De pronto, dos de las muchachas se levantaron, tomadas de las manos, y comenzaron a caminar en dirección opuesta al grupo y a mí. Me mantuve observándolas mientras se alejaban, y a los segundos corroboré la tesis que venía procesando: detuvieron su andar y se dieron un beso prolongado. El resto de los jóvenes se levantaron luego y caminaron hacia las lesbianas. A los cinco minutos, el parque (o al menos el lugar donde yo estaba) se volvió a encontrar deshabitado completamente.
Por que yo no consideraba a mí misma como a un habitante, de ningún lugar ni tiempo.

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, papá me preguntó qué demonios era lo que hacía en el parque por tanto tiempo. Yo masticaba mi tostada con lentitud y con la vista clavada en mi café, y no respondí de inmediato. Tomé todo el tiempo necesario para triturar la masa en mi boca de manera apropiada (unas cincuenta veces) y sorbí el amargo café sin premura. Lo miré directamente y procuré no demostrar la docena de sentimientos que de pronto me había sucumbido por completo.
– Escribo.
Laura, mi hermana mayor, apartó la vista y sonrió. Intuí que le había producido gracia la respuesta, tan evidente viniendo de mí. Siempre andaba escribiendo. Al momento de escoger una profesión, dejé que mi intuición tomase posesión por sobre el sentido común y había decidido entrar a Literatura en una universidad privada y carísima. A papá no le había molestado en lo absoluto: sabía que de todas formas iba a tener que mantenerme hasta bien entrada mi adultez, que no se vislumbraba por ningún lado. Sin embargo, mi respuesta esa mañana pareció pertúrbalo, y creía saber porqué: ya no podía tener certeza sobre mi rutina si no podía observar precisamente lo que en verdad hacía en el parque. Su campo de control había encontrado un límite, y mi aparente honestidad más bien lo acrecentaba.
– ¿No es algo incómodo escribir en el pasto?
– No. No te imaginas lo reconfortante que es, papá. Deberías intentarlo – me levanté de mi asiento con la taza casi llena y con una tostada sin comer –. A todo esto, el fin de semana iré a la casa de la Trini en Santo Domingo. Va a estar de cumpleaños y fijo que tengo que estar presente.
Llevé mi taza casi llena de café y mi plato con la tostada hasta el fregadero. Había perdido el apetito y me sentía desanimada ante la idea de un nuevo día con mis compañeros de universidad. Ellos no entendían ni la sombra de los problemas que intentaba sobrellevar día a día: trabas que ni yo misma sabía definir con claridad, pero que me mantenían hundida en una especie de lodazal cotidiano. Me dirigí luego al mueble donde guardábamos la loza, que estaba por encima de la mesa de diario donde papá y Laura aún devoraban el desayuno. Era mi turno de preparárselo a mamá. Había pensando en huevos revueltos, pan, juego de pomelo y café, pero mi desánimo me obligó a decidir por rebanadas sin tostar y manjar casero. Levanté los brazos para abrir la alacena y sacar la bandeja y la taza, y entonces que sucedió algo inesperado. Las mangas de mi holgado chaleco descendieron hasta mis codos y las cicatrices (antiguas y recientes) en mis dos brazos se pudieron ver claramente a la luz de la mañana, que penetraba por los grandes ventanales que daban al jardín. Ahogué un pequeño grito y giré en redondo. Bajé los rápidos tan rápido como pude. Contuve la respiración y me preparé para las inexorables interrogaciones que me iban a hacer. Pero ni papá ni Laura notaron nada. Volví a sentir alivio. Supongo que estaban muy ocupados ocultando sus propias cicatrices.
Después de mi penúltima clase del día (la última era un verdadero fiasco y no merecía el esfuerzo de quedarme) fui directo a mi lugar en el parque Costanera. Eran las cuatro y media cuando me senté en el frío césped a contemplar la serpiente hedionda que era el Mapocho. Lloré casi una hora. A mis espaldas pasaban niños corriendo y jugando, seguidos por sus madres que charlaban de vestuario y decoración o comentando algún libro éxito en ventas que les brindaba cierta tranquilidad intelectual, al hacerles sentir parte de una elite literaria, que lo habían comprado con la tarjeta de crédito y leído en tiempo récord. Se me acercaron dos vendedores de helados a los cuales ignoré por completo, y un perro bien alimentado fue a olisquearme por unos instantes antes de volver donde su dueño indiferente. Todos ellos ignoraban que la mujer tan bella del cabello rubio sentada ahí no esperaba la hora de que oscureciera un poco más para sacar las cuchillas y atravesarlas por su capa exterior de piel.
Y sólo así sentir que el oxígeno lograba al fin entrar en mis pulmones. Entrar y luego salir para siempre.
Y la sangre.

* * *
No me di cuenta que me había quedado dormida luego de un rato. Desperté cuando ya la tarde daba lugar a la noche temprana. Sentí frío, percatándome de que estaba usando una simple camiseta de tirantes y mis jeans gastados. En mi piel habían quedado marcas que el pasto había hecho y las luces giraban irregularmente por sobre mi cabeza.
De pronto, los oí aullar.
El grupo de adolescentes que había visto la vez anterior estaba de nuevo en el lugar habitual. Confirmé el número: tres hombres y tres mujeres. O mejor dicho: tres hombres con voz afeminada y tres mujeres de cabeza rapada y camisas sin mangas. Cantaban la melodía que emergía de un aparato que no logré identificar y eran tan ruidosos como la última vez. Ya no quedaba más gente paseando ni guarda parques alrededor, por lo que supuse que se sentían en la libertad de hacerlo, sin pensar quizás en la falta de prudencia para con el resto de las personas.
Me incorporé y me quedé quieta, sentada de piernas cruzadas y mirándolos fijamente. Estuve así un par de minutos, sin que ellos repararan en mi presencia. Luego, los recientes cortes empezaron a arder de nuevo (en verdad, nunca habían dejado de hacerlo, sólo que en mi inconsciente sueño no lograba identificar el dolor).Contemplé mi antebrazo derecho y cerré los ojos con vehemencia.
– ¡Oye, tú, la pelolais! – escuché la voz de una muchacha, en un momento.
Abrí los ojos y consideré mi situación. Obviamente se dirigían a mí, y yo debía hacer algo rápido. Hablarles o tomar mi bicicleta y huir lejos.
– ¡Oye, cuiquita! ¿Por qué tan sola?

domingo, 3 de enero de 2010

Un rostro en el agua.



Sumergirme en el agua nunca había sido tan silencioso. Tan repentino. Contemplar los pliegues del líquido que me rodeaba para luego dejar que el aire entrara en mi cuerpo con violencia, y me llenara por completo, incluso aquellos lugares donde la desesperanza había vaciado ya toda la vida. Con los ojos cerrados y el corazón enjuto, me adentré en parajes de azul vespertino. Cuando mi cabeza estaba totalmente sumergida, abrí los ojos y desaté a mi ánima: ella merecía ver también. Todo a mi lado se movía en cámara lenta, ya que el tiempo y la luz abandonan sus leyes al ingresar en el agua. Era otro mundo, otra dimensión: las expectativas habían perdido su peso y mis brazos se movían como dos algas sureñas. Me creía un pez, un pez condenado. El agua barría de mi piel las partículas de realidad y me invitaba a acercarme a su reino, orgullosa, altanera. Deseaba rendirle honores, alzar en su nombre un altar de flora y fauna pagana, en agradecimiento del espectáculo que le estaba ofreciendo a mis ojos: un azul profundo, un azul vespertino.
Y de pronto, su rostro.
Comenzó a moverse en óvalos, lejano y tibio. Luego comenzó a definirse con precisión y se volvió nítido frente a mi cara. Su frente abundante y sus pómulos generosos, los ojos negros como dos mentiras, la boca terca e impasible, levemente torcida hacia la izquierda, y sus orejas de infante. Mantuvo su mirada postergada sobre mi cuerpo, como inquiriendo y analizando, y luego sonrió de placer. Empecé a alejarme lentamente, hasta que topé con la muralla embaldosada de la piscina, y ahí sostuve mis ganas de nadar contra la corriente y besar sus labios. El rostro se mantuvo prudente, fatuo, y de pronto alejó la mirada. Vi cómo sus contornos ahora eran humo, vapor angustiado.
Pero el aire ya no circulaba por mis pulmones y me costaba más y más moverme. Creí ver una araucaria enterrada en el fondo de la piscina y a una campesina nadar a mi lado, sacando el musgo de las orillas. En un último esfuerzo, di una patada en el piso y el agua hizo el resto del trabajo. A los pocos segundos ya me encontraba flotando en la superficie, mirando el cielo gris, en calma.
A mis espaldas aún nadaba aquel rostro en el agua. Al igual que en mi mente.

Luis Bravo.

martes, 29 de diciembre de 2009

Sofía.


En este mismo lugar, a dos metros del piso, aguanté la imagen pétrea de Sofía. Desde pequeño la acompañé en el pasar de sus horas jubiladas, sentada en la banca que se encuentra bajo el palto. Después del almuerzo, ella solía rezar sentada a la mesa para pedir por aquellos que no tenían alimento. Lo hacía tan indiferentemente que siempre he dudado si aquellas súplicas fueron alguna vez escuchadas. En esos minutos, yo aprovechaba de lavarme los dientes, sacarme el uniforme, mear y ver unos pocos segundos de televisión. Cuando escuchaba el garraspar de su garganta, me dirigía velozmente hasta ella y le ayudaba a bajar las escaleras. Llegábamos al patio a eso de las dos y media de la tarde, cuando ya el sol iniciaba tímidamente su descenso, y nos instalábamos en nuestros rincones habituales. Ella apenas se sentaba, comenzaba a cantar melodías añejas con voz de hombre, siempre con una sonrisa en los labios salivosos. Yo, ya refugiado en mi árbol, intentaba descifrar lo que aquellas canciones decían. De todas las que recuerdo, mi favorita era esa que aclamaba: “Y de paso en esta vida vamos llorando, sufriendo los minutos y las horas que pasan”.

No obstante, ahora ya no pienso en el pasado. No me interesa lo aconteció en los días previos a este día, pues de alguna manera todo pierde y gana sentido a la vez. Lo pierde pues empiezo a entender que todo lo que hecho ha sido inútil si no ha tenido como finalidad al amor. Y lo gana, pues siento que he recorrido un camino sinuoso pero constante, que me llevó a conocerlo meses atrás.
Pienso en Luz.

[Otro extracto de mi novela, pronto hay más]

domingo, 27 de diciembre de 2009

La ciudad del veintiuno.


Extraños en la ciudad del veintiuno


He nacido en la ciudad del veintiuno.
No conozco el trigo del que me hablan.
Pero mis padres expelen un aroma extraño
Cuando recuerdan sus respectivas infancias
Cubiertas de arado y semillas.

Ellos vinieron a la ciudad del veintiuno,
Porque la suerte les deparaba destinos ahumados;
Quizás buscaban un techo nuevo,
Añorando la tierra mansa que dejaban como un recuerdo.
Sus pies ahora reposan sobre cemento maduro.

No comprendo sus dialectos de bueyes y chuicas,
Ni entiendo sus lágrimas al ver la cordillera sureña,
Pues crecí entre arbustos artificiales,
Pura selva de la modernidad encarnecida;
La brisa para mí no significa nada más que viento fétido.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Jardín


Desciendo las escaleras sin prisa, contemplando los retratos que descienden conmigo por la muralla. Veo rostros fingiendo puerilidad, intentando dejar una buena impresión para la fotografía, pero que, sin embargo, no reflejan su truncada realidad. Veo a mis bisabuelos transandinos, padres de Sofía, disfrazados de novatos aristócratas, con ropajes suntuosos e incómodos. Deduzco que se dejaron retratar luego de vendieron sus tierras a esos gringos, ya que antes no habrían tenido suficiente dinero para hacerlo. Mi bisabuela era bastante hermosa, pero su cuello era demasiado extenso. Hay otro retrato cuatro escalones más abajo y es de mi tío Jacinto cuando tenía cuatro años. Con una mano está saludando y con la otra hurga en su nariz. Al lado de éste, hay un rarísimo retrato en sepia de Sofía, cuando trabajaba de vedette. Se puede ver la mitad de su piel, tersa en aquel entonces como la aceitada piel de un tambor indígena, sin el menor indicio de las corrupciones que sufriría con el pasar de las horas de su vida. Sonríe, y su cabellera emplumada es más alta que ella misma. Lo único elegante del retrato es el tenue sepia que lo envela. Qué espanto.
Salgo por la puerta trasera, hasta el patio mismo. El Cielo. Es un lugar único, en el que apenas se ven las nubes, pues los parrones infinitos y las ramas de los árboles enmarcan su existencia y dejan afuera todo lo que no le brinde perfección. Corre una suave pero constante brisa, que traslada hojas muertas y pelusas propias de la flora. Todavía quedan árboles verdes, pero la mayoría ha desistido: se dejaron seducir por este otoño del 97 y abandonaron la vida, desamparando a sus hojas que no tienen más opción que abandonarse también.
El suelo está cubierto del verde pasto que llega hasta mis talones, muy tierno, casi infantil.


(Extracto de mi novela "Las horas que pasan", no terminada aún)

sábado, 19 de diciembre de 2009

Aguas de virtud



Aguas de virtud.

Corregir la voz para que sintonice
Con un clavicordio de inquietud;
Será inquieta la mañana
En que eso sea posible.

Pues mis pies son lavados en una laguna
Donde crece fauna de sensatez,
Donde no hay lugar para la potencia,
Y donde el sol ya no brinda su luz imperfecta.

Y es entonces cuando me sumerjo de espaldas:
El no respirar pasa a ser un accidente verde,
Y los pliegues de agua me sacuden la incertidumbre;
Yazgo enfermo en el fondo de lodo.

El tono púrpura de mi piel no indica otra cosa
Que estoy aprendiendo a ser digno,
Alzado frente a un sinfín de troncos amables
Que conforman un altar pagano a la impaciencia.

Por la senda recta caminaré empapado,
Aun chorreando gotas de aquel lago insano,
Que se encargó de curtir mi voluntad potra,
Y de limpiar de mis rincones todo rastro de pecado.

Sin embargo el camino es de tierra,
De rocas, de madreselvas,
Y que me ensucie pasa a ser un accidente rojo.
El lago ya no volverá a rociar su virtud.

Significa eso que la vida sigue,
Que no importa si atardece, lo importante es socorrer
A la carne cuando ésta llama.
Cuando llama, y no es atendida.

Olvidaré lo aprendido y seré el ciego
Que es ciego por no querer ver.
Y gemiré hasta la luna el placer que emana como leche,
Para repetir mi insolencia por los siglos de los siglos.

Y que me condene a mí mismo
Pasa a ser un accidente negro.



Luis Bravo.

sábado, 3 de octubre de 2009

Paramore's next shows tracklist


In my opinion, this should be Paramore's next shows tracklist:

1.Intro
2.Ignorance
3.Careful
4.That's what you get
5.Emergency
5.Looking up
6.Crushcrushcrush
7.Brick by boring brick
8.Franklin
9.Misery Bussines
10.Decode
BREAK
11.Playing God
12.Pressure
13.Where the lines overlap
14.Outro.


What do you guys think? Let me know!

domingo, 13 de septiembre de 2009

New Moon extended trailer

domingo, 2 de agosto de 2009

lunes, 11 de mayo de 2009

Se me desajusta el centro: Gepe en concierto


Llegadas prematuras me hacen escuchar anticipadamente mi pena. Já! Y es que escuché unas canciones de la prueba de sonido. La calle estaba desierta y los peatones indiferentes miraban con recelo el sonido de las guitarras y de la voz melodiosa brotar de los muros de concreto indelebles. Esperé. Cantaba.
A eso llegaron mis amigos; risas fatuas y silencios de calamidad. Se escuchó una voz reconocible y el show comenzó. Una gran experiencia si se toma en consideración que el tipo parecía sacar TODO (sí, es increíble) lo que estaba dentro de mí y lo musicalizaba al más puro estilo gepinto. Genial; saber que al menos hay alguien más que siente igual. Bien po, já je!
Pero qué deshinibición! Bien prematuros los cálculos pero qué más da. Todos lo sabemos. Mención especial los sonidos puros y la tremenda voz del sujeto. Para qué decir las letras y el piano embustero. Pucha que pasa lento el tiempo (8)...

Y no importa que haga frío. Cabe destacar: A la vista, Samoriseva, Doce minerales (nueva) y Los barcos.

Saludos a todos. Nos vemos en una nueva melodía transeúnte.

Días tres


No ha sido un mal día. Es más, me parece que el aire ha circulado con más facilidad dentro de mí, lo que es siempre algo positivo. Y no sólo el aire, sino todo aquello que conforma lo que yo soy y me hace el Luis único que esconden estos pelajes de carne. La Universidad va bien; he estudiado mucho. Mi padrino parece estar aceptando con buenos signos vitales todo el tratamiento que, esperamos, matará aquel bicho diabólico que tiene en su cerebro y que nos tiene a todos con la garganta reseca y la fe confiada. En realidad espero que su salud mejore, pues mucho depende de él. No he perdido el tiempo, y eso me hace sentir feliz, o al menos normal, no triste. Lidiar con todo lo que siento se ha vuelto tarea más llevadera, y de alguna manera ya no me afecta tanto palpar la cercanía de aquella persona que tú, Luis, tanto conoces en pensamiento. Está presente gran parte del día. ¿Será una cosa buena? Lo dudo, quién sabe. Hoy las miradas se cruzaron un par de veces, y pucha que cuesta descifrar sus ojos, sus entornados ojos de miel. El día estuvo nublado, al igual que mi silencio.

Día dos


En realidad, no es el día dos, ni tres, ni veinte. Ha pasado mucho tiempo desde que no escribo, y es que si no llega la ola afluente a mis manos, soy un ser inerte a lo que escritura se refiere. Estudio. Me gusta lo que hago. Ahora mismo estoy en la biblioteca, laptop en mano, tipificando mis sentimientos para poder después hacer un flash back como es debido. A los días que han pasado, a la suma de mis días. Es ahora en definitiva cuando te encuentras que en verdad es difícil no aceptar la ironía de la vida. Ni yo mismo sé de qué hablo. Adiós.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Día uno


Y claro, todo el mundo parece saber lo que hacen. Y en verdad yo también lo sé; sólo que a veces todos luce caótico en mi mente. Quizás no sé, o quizás si sé, pero cada persona que habla a mi lado, se mueve a mi lado, camina a mi lado, vive a mi lado, reduce cierto espacio para la felicidad. Es así como lo siento: estoy casando, desanimado, deprimido, hopeless, pero en verdad tengo que seguir con esto; sé que puedo, soy capaz. Siempre lo he sido. Esta vez no será la excepción. El cielo luce amable y el aire no escasea, gracias a Dios. Me pregunto si hoy veré a aquella persona de nuevo. En verdad no quiero, aunque sí; es pecaminoso, pero intrigante. No me queda más opción que recuperar lo que voy perdiendo a gotas y beber de la copa de la perseverancia. Quizás así lo logre. Quizás así sobreviva.

viernes, 24 de abril de 2009

Lecho


Lecho

Nací amamantando de la mañana
Su leche amarga y terca,
Que escurría por debajo de los pliegues
De mi estrenada piel: envoltorio irremediable.

Vine a conocer lo que era un tronco
Cuando me cansé de saltar tras el humo
Y decidí reposar mi infantil cuerpo sobre la hierba
Y lo vi al lado mío, firme, estancado.

Entendí luego las mentiras que se tejían de la luna,
El motivo por el cual mis uñas no crecían,
la inmediata razón que usaban las personas
para dar la vuelta y contemplar la ceniza.

Cuando los años se hicieron lentos,
Notaba el aire que escaseaba.
Mis piernas ahora entendían el peso
Y todo lucía menos claro. Difuso.

Y de poco la añoranza se instalaba en la mesa diaria.
Me alcanzaba tras mi trote cansino
Para enlutar mi vista y rescatar las gotas
De inocencia, que para entonces era como la pampa nortina.

La mujer se unió a mis conexiones,
E hizo zumbar en mi ojo silbidos ácidos.
Retozó amablemente en mi prado,
Mas yo dormía lejos, en la escala.

Y estoy en la escalera,
De lo que resulta ser mi historia,
Que se escribe con pie de páginas,
Intentando explicar los desaciertos.

No hay más escalones arriba,
Pero luego se visualiza el siguiente.
Mi pie amarrado se esfuerza en alcanzarlo,
Pero está mojado, y resbala.

Sólo queda darme cuenta
Que donde yazgo es el lugar en que el siempre estaré.
Boqui abajo,
Y mis manos se entumen con el roce.

Mi lecho es oportunidad.
Es cambio, novedades que llegan.
Es felpa fina,
Así no se oxidan mis intrínsecos deseos,
Que se abren paso entre la niebla,
Entre el tumulto y el daño.

Es donde me recuesto,
A palpar el placer de ignorar la buenaventura
Que significa el estar vivo.
Mi lecho es puro cielo,
Es camino indescifrable.
Alto el muro, inexpugnable el silencio.
Pero al final del día, es mi hogar.

Y mi hogar es siempre tibio.


Luis Bravo.

lunes, 2 de marzo de 2009

Incertidumbre





Muy atrás quedó la infancia
de arboledas inventadas
y jardines amurallados.
Ahora se vislumbra el horizonte
con su nueva tonalidad sangrienta.
Rojo intenso.
Camino entre los bosques aledaños
del porvenir incierto,
serpenteando búhos insólitos
y latigazos de savia.
Pero dudo,
dudo de si encajarás en mi molde,
el cual ha sido construido
por un hombre borracho de ojos vendados,
quien no se percató de lo sinuoso
que resultaba su creación anodina.
Sin embargo intentas,
al menos quiero creer que lo haces,
sorprendiendo tu enlutado rostro
de ojos selváticos y frente vertiginosa,
pues yo ya no soy el mismo
que arrojó el arroyo envuelto en una canasta:
varios años han curtido mi pelaje,
y lo transparente lo voy perdiendo en gotas inexorables.
Me hallo en el equinoccio
de las horas transcurridas y de lo que se aproxima,
justo en el medio, tiemblo,
viendo si todavía queda algún pedazo de piel libre
de los amables flagelos de la incertidumbre.
Y es que claro,
no intuyo más de lo que mis pies aplastan,
al son de una vendimia pagana,
la cual extrae mi agua verdosa
y la deposita en jarras de barro negro.
Pregunto,
inquiero a los astros ebánicos si te posarás sobre mí,
y derramarás tu miel amarga,
pues sigo sediento,
desde el momento en que conocí la pradera donde descansas,
descalza, serena.
Espero paciente,
la nueva hora,
en la que sólo caben cincuenta y nueve minutos
y tú,
dándole sentido
a los minuteros mentirosos.
Podrías tardar siglos,
mas yo charlaré con las esquinas
de esta ciudad de mala madre,
curioseando si han visto pasar
mi esperanza perdida vestida de gala.

Luis Bravo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Sobrevivir se ha convertido en tarea diaria


En tarea inoportuna. Es difícil hacer parte a los que te rodean en esta empresa del día a día, la cual está demasiado llena de agujeros inapelables. Ir esquivando los abetos brunos, las nubes bajas, la selva azul, el aire pegajozo. Ir rasurando las lágrimas, que Por Dios hombre no sirven... No trabajan.


Nunca es tarde para ir de visita al cielo, dijo alguien una vez. Ni temprano para ser cazador de consuelos, continuó.
Nunca es tarde para ir, finalizó.


{Siento que ya se hizo re tarde ps :/ }

Luis.

domingo, 2 de noviembre de 2008



Sometimes we need to talk ourselves up. To write what we need to say in some way that it makes people want to read it. But how can we call their attention? It's well known that shouting is not the answer. But neither is cutting arms and hands. And that's when we get into trouble.
There are some people who think that the best solution for their problems is bleeding. The biggest argument: "We need to feel a bigger pain than the one we feel inside, in our hearts". And believe me, we get them. We understand them. And no, we do not judge them, because nobody has the right to establish what's wrong or right when it comes to their feelings. But, let me tell you a few ideas about it.
Cutting theirselves won't make the pain fade away, but it will make it bigger. At that moment, when we are about to start cutting, tons of images are running over our minds, and we try to ignore them but they are too present, and we are not able to forget them and pretend that nothing has happened at all. And there's a knife, or a gillette that can bring us a little bit of peace. That sounds terribly contradictory, but for those who have experienced the situacion, it's true. But this way of making the pain vanish lasts just a few minutes. Our hearts are stronger than our arms. And yes, we write on them things we can't write on our hearts, just because we can't take it out and do it, because it's hidden under billions of cells that conform our skin. And then the blood comes out like tears. And here we are, bleeding ourselves up, writing stuff on our body, whatever, as long as we feel the sweet pain.

To write love on her arms saved us. It saves lots of people every day, who have not found the actual solution of their problems and feelings. But it's working in ourselves, as we spread the cause around, and more people are informed about it. And they get interested. Music helps a lot too. Songs always ask for ending, as it does our pain. We need to stop the bleeding, and we need to understand that Love is the Move, that Jesus Christ is the only one who holds us when there's one around. He saved us once, and he's willing to do it again. All he needs is you standing there, breathing, nothing else. He doesn't need your money, your culture, your language, your color skin, nothing. He needs your time and your eyes, to be fixed on His.
We all hope and pray the more and more people find their way, as we did, thanks to To write love on her arms and God, who put it on our way. So spread this around. There's nothing to loose and so much to get. We are alive. We are not broken anymore.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Amenece más tarde
cada día que pasa.
Como si el astro no se atreviese
a espantar la modorra,
de la noche citadina.
Porque es luz,
y la luz es amarga como siempre:
nos diluye los sueños
y desdibuja las expectativas.

Mañana que llegas fría,
borras las siluetas
de las putas de mis sueños.
Qué cruel avanzas,
retrocediéndonos.
Enemiga de las pestañas negras,
suenas como campanas fastidiosas,
anunciando no se qué himno glorioso,
compuesto de fugas altas
y melodías añejas.

El repicar de las paredes,
la tibieza del agua evaporada.
Nudos nuevos, amigos ajenos.

sábado, 26 de julio de 2008

Poemas mutuos


I

Recuerdo el aroma a viernes,
a escape;
olvido,
olvido caras y lagunas
mentales
donde baño mis pies,
mis pies cansados,
vivos.
Recuerdo
escaños,
peldaños,
esencia pura a irrealidad prolija.
Eres campiña.
Salgo en la tarde
del crepúsculo temprano.
Luz de día.
Miel reseca.


II

Reflejado el espejo refleja,
alma de suelo húmedo,
como el nudo inexpugnable,
frági barrera interior.
Salvaje
recorre el agua gris.
El paso,
el estribillo de memoria.

Acaso va.
No llega, pero arriva,
al puerto,
puerto calmo.
Siente calma, ansias
de roca.
Vuelve.
Vuelves y aguardas.


III

Huellas,
no creas pulcras,
hundidas,
rojas.
Fuego.
El grito perturba
al búho de la noche.
La estrella
no refleja
cuando el Sol
reaparece.
Raíz,
profunda estampa.
Ingenua manera de crepuscular.
Arriba
mar y arroyo.
Poca profundidad.
Barro enhuellado,
es limpio y rojo.





Luis Bravo

jueves, 24 de enero de 2008

La mesa inexperta


Después de el café, nunca sé que decir. El periódico yace aún doblado sobre la mesa del desayuno, impregnado con aquel aroma intenso de papal impreso, con todo el acontecer nacional e internacional. Un pretexto banal para dejar a un lado mi acontecer día a día. Mi esposa no me habla hace semanas, y todos los momentos juntos con los niños presentes se vuelven un martirio. Pareciese que a ella no le importase que la pequeña Marisol se de cuenta de que sus padres están enfadados; por lo menos yo trato de disimular mi enojo, en cambio ella no trata de esconder sus miradas gélidas y comentarios irónicos. Rafael ya es más grande y se da cuenta de todo. Aunque he hablado con él, sé que aún no entiende porqué sus padres tienen que ser tan testarudos al momento de ponerse de acuerdo en algo. Y es que por más que intenté explicarle, no logra entender. ¿Qué más puedo pedir a un adolescente de tan solo trece años que su vida, afortunadamente, aún es videojuegos y amigos? Siento que lo estamos haciendo madurar antes de tiempo, tal como mi madre lo hizo conmigo. Las tostadas están listas sobre la mesa pero no tengo hambre. Nunca tengo hambre últimamente, como si mi estómago estuviese muy sensible a la comida. Marcela no hace gesto alguno, tan solo se limita a preguntarle a Marisol si tiene su mochila preparada para el jardín. Ella responde asintiendo la cabeza. Rafael me mira y noto en su mirada que entiende la situación: luego de acabar con su cereal, toma a su hermana del brazo y la lleva al baño a terminar de peinarse. Luego el bus escolar los pasaría a recoger, dentro de diez minutos. Es ahí cuando el vacío toma nombre y apellido: Marcela Subercaseux, mi mujer. Desde que tuvimos aquella última pelea el infierno ha tomado parte en nuestro hogar. Todo lo antes formado comenzó a derrumarse inexorablemente. Cuando Rafael vuelve con su hermana para despedirse, me puedo dar cuenta del silencioso grito que me dicen sus ojos: Por favor, salven esta familia.
No puedo contener la emoción de ver mis los dos tesoros que tengo en la vida sufriendo por culpa de las malas decisiones que sus estúpidos padres cometen. Marisol tiene puestos sus grandes ojos negros sobre mí, tratando de decifrar el porqué de mi rostro sombrío. Mi mujer dice algo que no puedo comprender del todo y ambos niños abandonan el hogar. Se oye que el bus se aleja lentamente en la calle. Obersvo por un momento la mesa inexperta de mi vida: lo cotidiano que se convierte en especulaciones de lo que pudo haber sido un matrimonio feliz, lleno de lo que sospecho dejó de existir, amor. Y es que el pegamento que me ata a mi mujer ya no es ese sentimiento ineludible que nos atara en el pasado. Ahora son los hijos, la casa, el auto, las cuentas, millones de excusas que se apilan una sobre otra en la mesa inexperta, rodeadas de tostadas con mantequilla que nadie va a comer por el apetito se escondió en los confines de la desilución.

jueves, 29 de noviembre de 2007

La Huella



Y es que la música tiene parte de mi debilidad. Ella sabe cuándo, cómo y dónde atraparme para hacerme entrar en la fastuosidad cúlmine de los sonidos. Y es por eso que estoy creando varias canciones, de las cuales quería mostrar los títulos de ellas, para ver si me dicen qué les parecen y si les llaman la atención. Estos són:

. Lo que dejas de hacer
. Sincero mis manos
. Vigía
. Tu Mesa
. Demasía
. En el tiempo
. Hielo
. En la pradera que descansas


:)
Eso es lo que llevo. A componer!

lunes, 17 de septiembre de 2007

On writing


I am a man who sometimes writes with no reason. Only for the pleasure of writing. Like this moment: I'm writing this in English, although I know that nobody speaks it here in my country. But why? Maybe because I just want to improve my English, or maybe I like this language too much. That's a very concerning issue. I actually don't know why I like this language. I think that when I was a kid I saw a lot of American T.V. programs. And those programs were always in English. It is very funny to remember the things I watched on T.V when I was a kid. I'll remember forever a T.V. show called "Sabrina, the teenage witch". I really loved that show. It was about a young girl who had to learn how to be a good witch and a good student also. It was quite difficult for her. She always had problems with her boyfriend and friends because she wasn't allowed to tell to anybody she was a witch. I felt sorry for her, but inside I wanted to have those powers, which means I would be able to fly, to move to several places quickly and to disappear. Sometimes I think that we had those powers, everything would be more complicated. And that seems to be impossible, doesn't it?
Another T.V. show I loved was about two twin sisters. They were so funny, and her their mother was very stupid, but nice. I can remember me every night at nine o'clock, struck in front the T.V., watching like an stupid kid (Was I a stupid one?) and nothing could take me away from there. That was my place. And that's the way I grew up.

The writing for me is a kind of liberation. The words are like cars which let me drive away from this house, this city and this country. While I'm writing I don't belong to anywhere. I'm a citizen of the world, a cosmopolitan. I believe that the writing is a sort of universal language: everybody can understand it. A few days ago I saw on YouTube a talking of Isabel Allende, where she said something that is still trapped in my mind:

"Once, a long time ago, I heard that stories are to human kind who dreams. As individuals if we are not allowed to dream we go mad, with perish, suffocated by confusing thoughts."

And I agree with her.
I have been telling stories since I can remember. And if I look for the reason, I would find it out very easy. I have a quite clear memory where my dad is telling me several stories about farms, animals and grandparents. We were in bed, and he just told them to me. He made them up at the moment he was speaking; that's the reason now I tell him he has an amazing imagination. It was because of him that now I have the flame inside called Literature.
If I close my eyes, I can see me when I was six, writing in white papers a short story about two drops of rain, who had fallen to the earth and started living here. They had some problems with a jealousy cloud, who wanted to steal their cars. Now that I think about it I realize that it was very stupid, but I was an innocent kid. What can you expect for?
I remember that I drew some pictures of the two drops, named Gotín and Gotán. It was a sort of comic strip. I really loved it. Then I put all the papers together and I tied them with a rope. I created a cover and tied it to the papers. Eureka: my first book had got born.


sábado, 15 de septiembre de 2007

A Viajar (cuento N° 1)

A Viajar



"Preparo un nuevo viaje.
Empaco dudas y ansiedad.
Vueltas tan peajes,
demoras me dejan atrás"

[Denisse Malebrán]



Catalina recordó por un instante cuando su mente divagaba por la frontera más recóndita del país más inusual. Tal vez una bahía insólita, recostada sobre una arena indómita, luciendo los miles de millones de granitos de oro brillando orgullosos gracias al sol lejano. Parajes de ilusiones que llegaban a su mente en un desordenado tropel, sin orden ni compás, adormeciendo sus ojos y anestesiando su cuerpo, como si todo lo que la rodease fuese irreal; un holograma en medio de la confundida realidad, que se borraría al primer soplido fuerte del viento amable. Los ruidos comenzaban a salirse de órbita, alejándose cada vez más; tan sólo el tenue ronroneo de las olas se avecinaba y el rasguear tímido de la fiel maleza. Las personas alrededor comenzaron a ser frágiles volutas de humo ciudadano, ese que se evapora al contacto de la imaginación, cuando se hace un intento de sobrepasar los meridianos de la conciencia, más allá de la latitud de lo permitido. Los objetos, las esquinas, las calles y los edificios se convierten en rumores que nunca fueron ciertos; tan sólo palabras susurradas hace mucho tiempo, donde la memoria arcaica no alcanza a abarcar. La oficina y sus eternas murallas segundo a segundo se transforman en sólo un capricho del ser humano. Lo real es la naturaleza que devora todo el tiempo de nuestra existencia, aquella madre salvaje y armónica que nos abraza en su lecho húmedo de lodo recién desparramado. Es ese el lugar que realmente existe. El cemento y la ciudad solamente son espejismos crueles que a veces no dejaban ver el espeso muro de los árboles, y de su silenciosa pero confiable quietud…
Y es que Catalina llegaba a su punto máximo de colapso. Marcos, su jefe, atosigándola como si fuese un animal de puerto, de esos que se resignan a comer lo que las sobras van dejando, con una carga encima que doblega su peso. Cada mandato comienza a herir en la piel como hierros al rojo vivo, que penetran profundamente en la dermis para hacer recordar la infinidad de cosas que se debía hacer. El humo del cigarrillo de su compañera de oficina, Susana, entrando cada vez más por sus ineludibles poros. Ese fatídico gas transparente que sube inexorable al cielo para ser parte de la contaminación que mantiene sumida a la ciudad en una olla de presión incalculable. El ruido de los automóviles. El rugido de los microbuses azotando la berma que poco a poco gime más fuerte al chirrido de los frenéticos neumáticos. El enorme rascacielos del cual ella es una ínfima parte, como un apéndice inexpugnable dentro de un sistema de polvo gris y somnoliento. Y el tiempo. El inevitable pasar de los segundos que el reloj de la pared va marcando; minutos, horas, siglos y milenios. Ya nada tiene diferencia en ese cubículo de dos por dos. Y Catalina allí, manteniendo como sea los ojos cerrados, con los puños apretados y el corazón enjuto, esperando por aquel viaje que sabe que cada vez que su vida está a punto de estallar, la puede salvar. Es el viaje indómito que la lleva a aquellos paisajes donde en vez de calles hay senderos de ramas pisadas y pasto recortado; en vez de humo hay una fragancia a selvamadre; en vez de ruidos, cánticos; en el lugar de los oscuros hombres en sus oscuros caminos hay luminosos espíritus en diáfanos itinerarios. Es su manera de sobrevivir. De traspasar aquella ruta rutinaria y desprenderse del alfombrado piso de su vida para viajar a ese lugar de ensueño que es su mente, donde ella día a día se predispone a recurrir cuando todo va a mil por segundo. Los temores va dejando atrás, al igual que las preocupaciones. Su vida torna en un giro al empacar sus dudas y ansiedades, para así alejarse sin ropajes a la señal de aquel lugar que sólo su mente puede brindarle. Y Catalina, silenciosamente y sin contarle a nadie, se invita a viajar a sí misma, para recorrer solitaria los parajes donde sabe con certeza que no estallará en mil pedazos. “Te invito a viajar”, suele repetir en un susurro prolongado justo en el instante que comienza a peder el control. “Vamos. Es hora”, se dice con una sonrisa en los endulzados labios. E inicia su eterno y discreto caminar.




Luis Bravo V.
[Cuento 1, canción “A viajar”, Denisse Malebrán, Maleza]

jueves, 30 de agosto de 2007

Nuestro acto



Gotario de tu boca
cuenta cuentos prohibidos.

Se refugia el sentido
que nuestros encuentros apunta;
fugaz epíteto caído
cuando el suelo descalzo es nuestro lecho.

Ambigüedad de fragancias
a la hora de recorrernos.
Sorprendente cantidad de sombras
al tacto de nuestros extremos.

Roces de miel y aceitunas;
candencia volátil del aire testigo,
cuando saltas sobre mi templo
y recibes mis algarabías.

Y luego eres camino
que conduce a la selva madre,
donde mi voluntad se pierde en la espesura
ya que finjo ser perdido en ti.

Pero comienzas a excavar mi piel
con ósculos ermitaños de olvido.
En desiertos como en mares
tu savia es el agua que purifica.

A la cumbre de nuestro acto llegamos,
con las manos cerradas y el corazón enjuto,
aguardándonos mutuamente, y así
gozar del cosquilleo manzanero de nuestra cúspide.

Y llega luego el silencio
que nos envuelve en un
espasmo de fríos.
Y te quedas mirando
con los ojos cerrados,
apoyada sobre mis hombros
cansados y fieles.

Proveta de tus labios
canta cantos perdidos.



Luis Bravo V.

lunes, 6 de agosto de 2007

Sábado [Denisse Malebrán]

jueves, 26 de julio de 2007

Ella siempre quiso guiñarle un ojo a cualquier individuo dentro del Metro. Siempre anheló caminar por la izquierda, cuando se debía caminar por la derecha, sólo por el simple gusto de que la gente la mirase mal y le indicase que tomara su lado correspondiente. Siempre deseó no dejar bajar antes de subir; también quiso alguna vez saltar la varandila y no pagar; o tal vez burlarse del frío y angustioso guardia que vigilaba el lugar: sacarle la lengua y hacer una monserga. Salir de la rutina dominante y dar un brinco sobre lo establecido. Gritar como eufórica y demente en el paseo Ahumada; correr detrás de las palomas en la dudosa plaza de Armas. Bailar al ritmo de la música que en las disquerías sonaba, asustar a la gente y pararse sobre una banca y recitar a Huidobro.
Siempre soñó con besar al primer tipo que se le cruzara; agarrar por atrás a una mujer estupenda y zamarrearla desesperadamente; arrastrase en los pasillos de los centros comerciales y subir por la escalera mecánica que bajaba y bajar por la que subía. Deseó siempre subirse a un Transantiago y decir "Señores pasajeros, mi intención es realmente molestarlos y decirles que no vendo nada y que sólo hablo para perturbarles el viaje"; anheló salvajemente comprar un café y no pagarlo. Deseó más de alguna vez agarrar su labial y escribir en los espejos de las tiendas "Viva Paul Schäfer", sólo por el simple hecho de que la gente se espantase. Siempre soñó con robarle el dulce a un niño chico y levantarse la falda, mostrando sus calzones al viejito que pedía limosnas...
Todo esto deseaba hacer Ana. Ser por algún día alguien diferente; no ser la oficinista promedio de vida establecida y correcta que era consumida por la rutina y que tenía una vida normal. Si alguna vez se dejase de lado todas las formalidades y volver a soñar... poder creer que se puede soñar; por algún momento no pensar en lo correcto y sólo seguir los caprichos que a nuestras mentes llegan como avioncitos de papel.
Ese día, Ana despertó, queriendo ser alguien diferente. Con esa idea en la cabeza salió del edificio donde vivía en una pieza de dos por dos, y vio la gran ciudad que la esperaba. Decidió entonces olvidar todo y resignarse a la realidad: tomar la Línea Cinco, que la dejaría en Plaza de Armas...


Luis Bravo.

["Despertó... creyendo que podría ser... alguien diferente..."]
Denisse Malebrán

martes, 24 de julio de 2007