viernes, 24 de abril de 2009

Lecho


Lecho

Nací amamantando de la mañana
Su leche amarga y terca,
Que escurría por debajo de los pliegues
De mi estrenada piel: envoltorio irremediable.

Vine a conocer lo que era un tronco
Cuando me cansé de saltar tras el humo
Y decidí reposar mi infantil cuerpo sobre la hierba
Y lo vi al lado mío, firme, estancado.

Entendí luego las mentiras que se tejían de la luna,
El motivo por el cual mis uñas no crecían,
la inmediata razón que usaban las personas
para dar la vuelta y contemplar la ceniza.

Cuando los años se hicieron lentos,
Notaba el aire que escaseaba.
Mis piernas ahora entendían el peso
Y todo lucía menos claro. Difuso.

Y de poco la añoranza se instalaba en la mesa diaria.
Me alcanzaba tras mi trote cansino
Para enlutar mi vista y rescatar las gotas
De inocencia, que para entonces era como la pampa nortina.

La mujer se unió a mis conexiones,
E hizo zumbar en mi ojo silbidos ácidos.
Retozó amablemente en mi prado,
Mas yo dormía lejos, en la escala.

Y estoy en la escalera,
De lo que resulta ser mi historia,
Que se escribe con pie de páginas,
Intentando explicar los desaciertos.

No hay más escalones arriba,
Pero luego se visualiza el siguiente.
Mi pie amarrado se esfuerza en alcanzarlo,
Pero está mojado, y resbala.

Sólo queda darme cuenta
Que donde yazgo es el lugar en que el siempre estaré.
Boqui abajo,
Y mis manos se entumen con el roce.

Mi lecho es oportunidad.
Es cambio, novedades que llegan.
Es felpa fina,
Así no se oxidan mis intrínsecos deseos,
Que se abren paso entre la niebla,
Entre el tumulto y el daño.

Es donde me recuesto,
A palpar el placer de ignorar la buenaventura
Que significa el estar vivo.
Mi lecho es puro cielo,
Es camino indescifrable.
Alto el muro, inexpugnable el silencio.
Pero al final del día, es mi hogar.

Y mi hogar es siempre tibio.


Luis Bravo.