martes, 2 de marzo de 2010

Las horas de la incertidumbre.

La madrugada del sábado desvió el curso del río. Del río llamado Chile, cuya cuenca hidrográfica se encuentra habitada por aquellos extraños seres de piel y esperanza llamados chilenos. En unos pocos minutos, las cosas cambiaron inexorablemente, y una cicatriz más comenzaba a perfilarse en nuestra corteza humana. El terremoto llegó como llegan las golondrinas, inesperado y brutal. La vida sostuvo su aliento y el pulmón celestial contuvo la respiración: todo el mundo entraba en pánico y la Historia de Chile estaba a punto de marcar otro hito en su línea del tiempo amargo.

Lo transcurrí con personas conocidas (admito que conocía más a algunas que otras), pero por sobre todo lo pasé acompañado. En ningún momento tuve miedo, porque estaba con alguien que me brinda un pilar indeleble en el cual estar suspendido en lo alto sin miedo a caerme. Recuerdo que le abrazé y cerré los ojos. Pensaba para mis adentros que era un simple temblor más, uno de aquellos que solían espantarme la modorra de las noches al escuchar a mi padre gritar: ¡Ya pasó! ¡Ya pasó! Pero luego noté que algo era distinto; el movimiento no se detenía y la gente, que otrora bailaba música pecaminosa, empezaba a correr escaleras abajo. Intenté bajar también, con la mente algo nublada, pero sus brazos me detuvieron justo a tiempo para hacerme entender que la mejor alternativa era esperar que todo pasara y que teníamos que actuar con calma. Esperé. Esperamos juntos. Luego que todo pasó, me dijo que debía llamar a mi casa. Debo confesar que fue la mejor idea de la noche, pues cuando lo hice aún no colapsaban los satélites mentirosos. Hablé con mi madre y les dejé saber que yo estaba bien. Una preocupación menos.

Sinceramente jamás imaginé el daño que había traído este "temblor fuerte". Sólo cuando bajé a las calles de la metrópolis pude ver el caos sembrado en ellas: vidrios rotos, murallas derribadas, sueños resquebrajados. Al enterarnos de que el epicentro había sido en Concepción, se preocupó mucho. Y me preocupé también, pues sabía que sus familiares y amigos estaban allá. Deseé viajar por el tiempo y el espacio y llegar hasta donde sus seres queridos y ver si estaban bien, para poder tranquilizar su ánimo, que de pronto se había desmoronado desde las alturas. Caminamos por la oscuridad, tomados de la mano, hasta llegar a un nido seguro. Desde allí pasamos las horas de la incertidumbre. El terremoto de Chile nos había curtido la piel con un nuevo color demacrado.

En la mañana regresé a casa, algo apenado por dejar a un lado a ese ser perfecto que me traía sonrisas matitunas. El viaje fue largo y con música de fondo pude ir apreciando el desastre que había dejado el terremoto. Fue tan extraño recorrer las calles que siempre recorría y ver cómo ya nada era igual. Si Heráclito decía que el cambio era lo único que existía en el Universo, en aquellos momentos no pudo tener más razón. El aire estaba denso debido al polvo y los rostros de los ciudadanos eran oscuros y nublados. Intenté en vano reconocer mi barrio y luego mi casa; si bien no habían cambiado, había algo en el ambiente que me indicaba lo sempiterno de lo sucedido.

La casa estaba mal por dentro pero bien por fuera. Todo caído, pero daba lo mismo, pues un día bastó para dejar todo como antes. Me sorprendió lo peligroso que hubiese sido haber estado acostado en esa cama infernal, pues se encontraba llena de muebles, libros, y objetos que preferentemente hubieran caído sobre mi frágil humanidad. Vi que todo estaba bien, saludé a mis papás y volví a salir, con la esperanza confiada que le volvería a ver.

Y así fue.

Fueron días muy extraños, que no quiero olvidar pero que de alguna manera quisiera superar, porque estuvieron cargados de tristeza, de pena, de incertidumbre y de anguistia por mi país. Sin embargo fueron días en los que pude compartir con la persona que viene ocupando mi mente por los últimos meses y que envuelve mi existencia en una especie de luz auréola, como el polvo del norte, que te transporta a mundos paralelos donde las personas tienen el alma afuera y con forma de animal :D

El terremoto de Chile fue eso, el terremoto de Chile. Ahora a ayudar y rezar por todos aquellos hermanos que viven en la desesperanza y angustia de no saber si llegarán sanos a casa por las noches.

Yo mientras aquí estoy sentado contemplando lo que es el Santiago del 02 de marzo de 2010, a tres días del terremoto, y a dos segundos de una lágrima honesta.

Draco.

2 comentarios:

@dmperez21 dijo...

Creo que no fue tan incierto todo el evento telúrico... Como que el texto no dice del título.
Buenísimo relato, la verdad que pienso que esa lágrima está más relacionada porque la buena compañía que tuviste, te permitió sentir toda la seguridad y tu a esa persona, de hecho no puedo sacarme la imagen del abrazo mientras esperaban que todo pasara... Todo se podía caer pero estabas ahí con lo justo. Saludos!
Ánimo en esta etapa de esperanza!

Anónimo dijo...

hola.............luis un amigo me recomendo tu pagina ......te quiero felicitar ,por tan hermosos trabajos.....de verdad tiens un don maravilloso..............me encantaros muxos de tus obras qe lei...........al leer te envuelves en la magia de la poesia,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,me encanto dios te bendiga muxo........hilda