Alzó su mirada y al comienzo no lo vio. La oscuridad se hacía cada vez más densa y las sombras se movían por las paredes. La luz de la ampolleta escasamente alumbraba una pequeña aureola entorno a ella, y el resto del sótano se mantenía sumido en penumbras. Se topó con un gran mueble de madera, cubierto de una manta de polvo seco, quieto, crujiente. Trató de moverlo pero era muy pesado para sus delicados y finos brazos. Decidió dejarlo ahí y seguir con la búsqueda de su diario de anotar la vida; sabía que no lo había dejado dentro de algún mueble, sino dentro de una caja de cartón, una caja repleta con pinturas, pinceles y telas. Una caja de dibujo. Ahí, sobre los tarros con pinturas y diluyentes, yacía su diario. El problema era que había olvidado dónde estaba aquella caja, y más aún, no recordaba si existía todavía, pues tal vez en un descuido y en esos ataques de limpieza que le daban a Marco temporalmente se había escabullido entre los desperdicios y había ido a dar al camión de la basura para luego ser olvidado en algún basural. Si así hubiese ocurrido, habría sido muy lamentable. Sabía que parte de su vida estaba dentro de aquél diario: muchas anotaciones y escritos reflejaban una edad muy especial para ella, y deseaba releer lo que había sido la Amanda antigua. Vio unas cajas, pero al constatar su interior se defraudó. Era la loza de la tía Jacobina. Siguió buscando, encima de estantes y debajo de mesas, sin darse cuenta que caminaba en círculos. Pasaba por un lugar reiteradas veces, y llegó un momento cuando notó que la luz era demasiado escasa. Subió las escaleras y salió del sótano, para ir en busca de una linterna. Cuando volvió, comenzó nuevamente el recorrido por aquel lugar tan sombrío. Había telarañas en cada esquina, un polvo asfixiante en el aire, nidos de bicharracos. Deseó haber llevado un pañuelo para taparse la cara. Sufría de alergia muy fácilmente, y con tanta suciedad sabía que en cualquier momento comenzaría a estornudar y no pararía. Siguió recorriendo cada recoveco de aquel sótano olvidado, cuando por un capricho de su mano izquierda la linterna enfocó una cara, un rostro humano que le devolvía la mirada tenazmente. Y fue entonces cuando recién lo vio. Y quedó paralizada.domingo, 24 de junio de 2007
La mujer del retrato [Parte I]
Alzó su mirada y al comienzo no lo vio. La oscuridad se hacía cada vez más densa y las sombras se movían por las paredes. La luz de la ampolleta escasamente alumbraba una pequeña aureola entorno a ella, y el resto del sótano se mantenía sumido en penumbras. Se topó con un gran mueble de madera, cubierto de una manta de polvo seco, quieto, crujiente. Trató de moverlo pero era muy pesado para sus delicados y finos brazos. Decidió dejarlo ahí y seguir con la búsqueda de su diario de anotar la vida; sabía que no lo había dejado dentro de algún mueble, sino dentro de una caja de cartón, una caja repleta con pinturas, pinceles y telas. Una caja de dibujo. Ahí, sobre los tarros con pinturas y diluyentes, yacía su diario. El problema era que había olvidado dónde estaba aquella caja, y más aún, no recordaba si existía todavía, pues tal vez en un descuido y en esos ataques de limpieza que le daban a Marco temporalmente se había escabullido entre los desperdicios y había ido a dar al camión de la basura para luego ser olvidado en algún basural. Si así hubiese ocurrido, habría sido muy lamentable. Sabía que parte de su vida estaba dentro de aquél diario: muchas anotaciones y escritos reflejaban una edad muy especial para ella, y deseaba releer lo que había sido la Amanda antigua. Vio unas cajas, pero al constatar su interior se defraudó. Era la loza de la tía Jacobina. Siguió buscando, encima de estantes y debajo de mesas, sin darse cuenta que caminaba en círculos. Pasaba por un lugar reiteradas veces, y llegó un momento cuando notó que la luz era demasiado escasa. Subió las escaleras y salió del sótano, para ir en busca de una linterna. Cuando volvió, comenzó nuevamente el recorrido por aquel lugar tan sombrío. Había telarañas en cada esquina, un polvo asfixiante en el aire, nidos de bicharracos. Deseó haber llevado un pañuelo para taparse la cara. Sufría de alergia muy fácilmente, y con tanta suciedad sabía que en cualquier momento comenzaría a estornudar y no pararía. Siguió recorriendo cada recoveco de aquel sótano olvidado, cuando por un capricho de su mano izquierda la linterna enfocó una cara, un rostro humano que le devolvía la mirada tenazmente. Y fue entonces cuando recién lo vio. Y quedó paralizada.
Escrito por
Luis Alejandro Bravo
a las
12:01 p. m.
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domingo, 17 de junio de 2007
That's what's going on!
Ohhh, la amé. Me encantó con cuática esta niña. No sé, hay algo especial cuando dice que la canción es semi improvisada, cuando dice que debe poner cejillo porque su voz es más alta, y cuando se equivoca de uñeta xDD *=*
I thought I saw a man brought to life
He was warm
He came around and he was dignified
He showed me what it was to cry
Well you couldn't be that man I adored
You don't seem to know
Seem to care what your heart is for
But I don't know him anymore
There's nothing where he used to lie
The conversation has run dry
That's what's going on
Nothing's fine I'm torn
I'm all out of faith
This is how I feel
I'm cold and I am shamed
Lying naked on the floor
Illusion never changed
Into something real
I'm wide awake
And I can see
The perfect sky is torn
You're a little late
I'm already torn
So I guess the fortune teller's right
I should have seen just what was there
And not some holy light
But you crawled beneath my veins
And now I don't care
I had no luck
I don't miss it all that much
There's just so many things
That I can touch I'm torn
I'm all out of faith
This is how I feel
I'm cold and I am shamed
Lying naked on the floor
Illusion never changed
Into something real
I'm wide awake
And I can see
The perfect sky is torn
You're a little late
I'm already torn
Torn
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Luis Alejandro Bravo
a las
2:32 p. m.
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sábado, 9 de junio de 2007
Ráptame del Fin
Él se disolvió para entrar...
Ella lo miró de pié; dejó de respirar u.u...
[ráptame del fin, llévame a empezar...]
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Luis Alejandro Bravo
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6:49 p. m.
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domingo, 3 de junio de 2007
Vamos
Vamos buscando motivos para devolver el aire que hemos tomado prestado. Y nos revolcamos en lo creemos que son nuestros lechos. Pero es la inmaculada angustia la que nos hace decidir qué palabras pronunciar. Si bien son todas sinceras, las mentiras tienen que como base sus escuetas avenidas. Alamedas de pasillos. Nos enroscamos en lo que pensamos que son nuestras metas, y suele pasar que a veces nos dormimos en ellas. Se producen estímulos en nuestras manos y los pies sienten el cosquilleo de la quietud. Y nos vamos acercando a las respuestas. Vamos conociendo que cada carbohidrato es una cuestión de fe, y que no nos salvaremos si corremos en círculos.
Las vías son guiadas por las luces y nuestros pasos por las entumidas señales.
Nos percatamos que todo es cierto y el futuro es algo del pasado.
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Luis Alejandro Bravo
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6:37 p. m.
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sábado, 2 de junio de 2007
La extraña sonrisa de Mariana
Luis Bravo
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Luis Alejandro Bravo
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7:23 p. m.
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